En el diario Publimetro del día 20 de septiembre de 2006, aparece una noticia de que, según una encuesta en España, las mujeres son más infieles que los hombres.
Ese dato es, de por sí, interesante... contradice la famosa máxima de que "todos los hombres son iguales (de infieles)", que lleva implícito el "todas las mujeres somos unas santas palomas."
Pero lo que me pareció aun más interesante fue que la encuesta dice que las mujeres más infieles son las que trabajan en el Ejército y en el departamento de Defensa... áreas cotidianamente relacionadas con la Milicia, y por lo tanto, con olor a testosterona.
Se ha demostrado que las mujeres que son atraídas por la milicia o la búsqueda de poder (directoras de empresa, políticas) generan más testosterona que la mujer promedio.
Reflexiono... ¿será que la testosterona tiene alguna relación con la infidelidad? O, bueno... quitándole el término que genera juicios e interpretaciones... ¿será que la testosterona está relacionada con la necesidad del organismo de esparcir sus gametos a la mayor cantidad posible de personas, para asegurar una descendencia próspera?
La noticia me dejó un sabor agridulce. Por un lado, siento alivio al demostrar que un calificativo que durante tantos años se ha aplicado a los hombres de forma (des)calificadora, enjuiciante, denigrante y generadora de culpa no es exclusiva del género. Por otro, también me da tristeza que nuestra civilización siga promoviendo la infidelidad en hombres y mujeres. Y aun por otro lado... bueno... si la infidelidad es cuasi-natural y tal vez relacionada con la producción o no de una sustancia... ¿no sería adecuado quitarle un poco del velo de culpa, pecado y traición?
Sigo pensando...
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